
El cambio climático es la mayor amenaza para la salud de la población mundial en el siglo XXI. Sus consecuencias sobre las personas, así como sobre las sociedades vulnerables, preocupan a toda la comunidad científica. Los fenómenos meteorológicos extremos: aumento de las temperaturas, olas de calor, inundaciones, tornados, huracanes, sequías, incendios, pérdida de bosques y glaciares, junto con la desaparición de los ríos y la desertificación, pueden provocar directa e indirectamente patologías humanas, físicas y mentales.
Aunque son muchas las personas que cada vez se preocupan más por nuestro planeta, debemos señalar que el mayor lastre lo llevan los jóvenes y son ellos los que más lo sienten. La participación de jóvenes, cada vez más niños, en el activismo por el cambio climático no es casual.
Debido a la crisis climática, los niños y jóvenes muestran niveles crecientes de problemas de salud mental, caracterizados por sentimientos de tristeza, culpa, cambios en el sueño y el apetito, dificultad para concentrarse, desconexión, aumento de los índices de agresividad y violencia. Experimentan una miríada de efectos directos e indirectos del cambio climático, y esto afecta su bienestar mental de maneras diversas y complejas. Los jóvenes también tienen diferentes percepciones del cambio climático en función de su ubicación social, y muchos enfrentan sentimientos de preocupación abrumadora y ansiedad ambiental.
Según la Asociación Estadounidense de Psicología, la «ansiedad de eco» se define como el miedo crónico a sufrir un cataclismo ecológico que surge al observar el impacto aparentemente irreversible del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las generaciones futuras. Cabe señalar que la ecoansiedad o ansiedad por el cambio climático no es una enfermedad mental, pero es una variable que empeora las imágenes de enfermedad mental.
Un estudio publicado en The Lancet en 2021, que encuestó a 10.000 jóvenes de 16 a 25 años de Brasil, Filipinas, Francia, Estados Unidos, India, Reino Unido, Nigeria y Australia, Portugal y Finlandia, muestra que los jóvenes 59 % están muy o extremadamente preocupados por el cambio climático. Más del 50% de ellos reportaron ansiedad, ira, impotencia y culpa. Las ansiedades y angustias climáticas se correlacionaron con una respuesta gubernamental inadecuada percibida y sentimientos asociados de traición.
Desarrollar resiliencia es clave para abordar los impactos del cambio climático en la salud. Los programas de salud mental deben incluir medidas de mitigación y adaptación para reducir el impacto del cambio climático en las poblaciones.
La ansiedad climática es una experiencia colectiva y nuestros jóvenes se beneficiarían de un lugar más importante en el discurso social donde sus pensamientos y sentimientos sean respetados y validados, y sus problemas sean abordados por quienes tienen el poder y la toma de decisiones.
La Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció un medio ambiente limpio, saludable y sustentable como un derecho humano fundamental en julio de 2022. La emergencia climática fue declarada por psiquiatras de Londres en 2021, y la Asociación Argentina de Psiquiatría (APSA) lo hizo en abril de 2022.
Se ha comprobado que las áreas verdes y el contacto con la naturaleza no solo bajan la temperatura del ambiente, sino que también mejoran las funciones psicobiológicas básicas, reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares, reducen la ansiedad y el cansancio, y protegen contra la ansiedad y la depresión.
Los estudios publicados sobre la ansiedad climática entre jóvenes y adolescentes ameritan una advertencia a los gobiernos y adultos de todo el mundo, destacando la necesidad urgente de una mayor respuesta a las preocupaciones de este grupo, así como de una investigación más profunda y una acción inmediata sobre el cambio climático.
El Grupo de Salud Mental, Ambiental y Urbana de la Asociación Psiquiátrica Argentina (APSA) está integrado por la Dra. Ana Torlaschi, especialista en salud y medio ambiente; y los médicos especialistas en psiquiatría, Dra. Nora Leal Marchena, Dra. María de los Ángeles López Geist y Dra. Cora Luguercho, presidenta de APSA.